
Me dedicaba a jugar al fútbol y ya era un poco entrenador. Me encantaba escudriñar el juego, sus variantes y sus consecuencias. Siempre fui pasional con este juego; eso no ha cambiado. No lograba del todo hacer más luz, quizás porque no tenía todas las llaves a mano. Aún las sigo descubriendo en ese camino que me las va poniendo delante; sólo tengo que percibirlas para alcanzarlas. Pensaba que casi nada podría mejorar mis conocimientos para adaptarlos al otro lado de la línea de banda. Ni siquiera los libros de los tres cursos de entrenador con experiencias intermedias de dirección de grupos, que si bien no son demasiado aleccionadores, sí te dan un respiro en el tiempo y te resignan a cumplimentar exámenes, te dan pausa, sosiego y una objetividad más consciente para lo que se avecina. Hoy soy entrenador y hace tiempo que aprendí la primera cosa: no intentes ser otra vez futbolista. Aquello ya pasó. Es historia válida si la sabes aprovechar en otro entorno y más valiosa de lo que te crees.